Y ooooootro fin de semana espectacular en Berlín para la colección que conservamos en ese pequeño portfolio de imágenes y recuerdos mentales guardado en la corteza prefrontal de mi cerebro sin ningún orden cronológico debido a que ya son muchos. Aunque no os voy a mentir, si hago un esfuerzo podría decíroslo, pero eso sería pensar demasiado, y claro, como yo soy de los que piensan que pensar es tóxico (válgame la redundancia), simplemente dejo que fluyan en mi cabeza y los escribo para no olvidarme de nada y para echarme unas risas en el futuro. Ahora sin más dilación os voy a contar lo de este fin de semana porque tiene tela. Agarraros al tren de la Mina que vienen loopings y no lleváis ni arnés ni barra de seguridad.
Hablemos ahora del local. Me sorprendió muchísimo debido a que era un club súper colorido. Así como en los otros que he ido eran más royo oscuro, tétrico y de ese royo homogéneo negro, el KitKat es un club que mantiene tu cabeza distraída. Mires donde mires hay detalles, decoración muy chula de una reminiscencia medio hippie de los raves noventeros, lleno de graffitis neón y tipografía ácida. El tumulto es más variado que cualquier otro club europeo que haya visitado.
Había dos salas grandes, con diferentes espacios con sofás arriba y abajo donde veías pues a gente interactuando y demás. Es un club, evidentemente muy LGTBI+ donde parece que la edad no es ninguna barrera. Lo mismo ves a un hombre de sesenta años bailando desnudo delante del DJ pero encarado al público enseñando su maravilloso miembro, que ves a otro de sesenta también con un sujetador blanco enorme y un cubata en la mano paseando en medio de la muchedumbre o incluso recuerdo en una sala donde ponían música de los 90 y había un hombre sentado en el sofá mirando a la gente que bailaba mientras se masturbaba, entre otros. Había mucha gente joven claro, todos del mismo royo con el outfit kinky, con lencerías de cuero, las chicas muchas con un par de tiritas negras en cruz en los pezones sin nada más. No veías a nadie con un jersey, una camiseta normal o unos jeans de toda la vida, y sobre todo, no veías a nadie con sneakers ni bambas, sólo si llevabas unas botas kinky podías entrar en el club.
La pregunta del millón es: “Oye Roy, y cual fue tu outfit bro? Creo que jamás te he visto con un outfit como los que acabas de describir”. Pues yo iba así.
Y pensaréis: “Pero si llevas puestos unos tejanos oscuros”. Pues sí, tenéis toda la razón del mundo y es por eso que os voy a explicar lo que me pasó en la entrada y cómo me la hice para que finalmente me dejaran pasar.
Para empezar, Lea, la amiga con la que estuve este fin de
semana, la cual había ido una vez ya, me dijo que tenía que ir si o si kinky y le pasé una camiseta que me había
comprado por Amazon muy acorde y unas gafas de sol retro negras a conjunto que me quedaban de locos. Aparte, llevaba un
sombrerito que parecía Young Beef en el videoclip A.D.R.O.M.I.C.F.M.S. Le dije
que llevaría puestas las botas del trabajo ya que era lo más kinky que tenía y ya había salido de
fiesta con ellas. Me transmitían mucha seguridad, ¿será porque tenían la punta
de hierro?. No iba a llevar las Quechua, las cuales eran super cutres y casi me
doblo el tobillo tres veces en los Alpes con ellas. Imagínate si las llevo para bailar techno, se me parte la tibia y parte del peroné. Total, que no le
dije nada de los pantalones pero me lleve unos skinny (apretados) que yo pensé que irían al pelo con lo otro.
Realmente me quedaba de puta madre el outfit
y no se lo quise enseñar a Lea para que fuera sorpresa. Ella tampoco me enseñó
el suyo. Cuando llegó el momento de ponernos los outfits me dijo que me quedaba súper bien, que era súper techno y
que entraría seguro. ¿Qué podía salir mal entonces?
Fuimos al club y nos plantamos en la cola. Eran
las doce y media de la noche pasadas casi la una y había una cola que parecía eso
la cola que haces cuando quieres subirte al Shambala o al Dragon Khan en
Halloween. Hicimos 2 horas y media de cola. Eso sí, nos lo pasamos muy bien conociendo a gente de todo tipo, sobre todo dos alemanas y unos españoles muy divertidos. Íbamos avanzando y nos comimos un kebab que nos
sentó de locos con la cervecita. Cuando ya nos acercábamos a la entrada, veías
como la gente se quitaba las chaquetas para lucir los outfits, ya que había dos hombres en la entrada que te chequeaban
con lupa para ver si eras apto o no. Ahí, de hecho, me acuerdo que conocí a un suizo
que también iba con jeans y me dijo
que había ido como 30 veces al Kitkat, súper majo parecía el chico. Me dio
seguridad la verdad. Llegó el momento de entrar y veo como justo el grupo de
alemanes de delante los chutan a todos y entre ellos a un chico que llevaba jeans. Pensé "mierda, hasta luego Lucas, me chutan fijo". Llegó mi momento. No pasaron ni 5 segundos que el Gorila de la
entrada me dijo que Adiós muy buenas y que gracias por participar. No era apto.
Mi outfit, la parte de arriba bien
pero la de abajo no. Los jeans
estaban prohibidos. Yo le dije "oye pero si esto me lo quito ahora nada más
entre y me quedo en pelotas (a la desesperada)". Lea también insistiéndole. Nada
chicos no había manera. En esas veo a las chicas alemanas que habíamos conocido y les
pregunto si tienen una prenda para mí para ponerme, aunque sea una chaqueta que
me cubra el miembro con la cremallera. Nada, no tenían, les sabía fatal pero
nada. En esas justo veo al suizo y le pregunto lo mismo. Me ignora, hace como si
no estuviera, como si fuera invisible. Yo estaba flipando. Veo que lleva jeans, pero el perro conocía al Gorila de la
entrada y lo dejaron pasar por la cara. Increíble lo que estaba pasando. Me
quedé a cuadros. No podía ser, tenía que entrar. Pensé rápido. Vi a Lea. La mire de arriba hacia abajo y vi su tanga de cuero encima de esas medias sexy que llevaba. Sin
pensarlo le dije que me lo dejara. Se lo quitó. Me quite los pantalones y me
quedé en bolas ya que no llevaba calzoncillos debido a que me los dejé todos en
Leipzig y me olvidé de poner en la mochila. Me puse el tanga de cuero. No me
entraba. No me cerraba la cremallera ni flipando. Me lo giré y me puse la parte
del culo en la parte de delante y la cremallera entre la raja del culo como
pude. Todo esto en frente de todo el mundo en la entrada del club. Pillé el
pantalón con la mano. Nos volvimos al Gorila. Me vio, sonrió y esta vez sí, me
dejó entrar.
Nos fuimos dirección guardarropas y nos estábamos partiendo la caja. Deberías haber visto las pintas que llevábamos. Ella con las medias que se le transparentaba todo y yo pues con un tanga de cuero con unas cadenas de plata colgando atado con la riñonera para que no se me cayera. El espectáculo estaba servido. Tal y como dice un cartel en la entrada del club “Life is a Circus” La vida es un circo. Menudos payasotes entraban en escena. En el guardarropa había una persona con un pasamontañas semidesnuda. La particularidad que tiene también este club es que te piden el móvil para que lo guardes y no lo entres contigo dentro. En la mayor parte de los clubs de Berlín te ponen una pegatina en la cámara del móvil y te dejan entrar con él. Aquí no, sin móvil. Mejor. Así la gente interactúa más entre ella. Dejamos el guardarropa atrás y veías un Hall grande con sofás y gente tirada, a mano izquierda unas cortinas donde detrás había una piscina y sofás alrededor con diferentes habitáculos que me recordaban a la antigua roma donde los sirvientes abanicaban a sus amos. Un patio romano parecía eso.
Dejamos atrás esa zona y nos metimos en el meollo. En la sala principal. No veas, menudo techno se pinchaba ahí. Aunque era más impactante la atmósfera que se respiraba de locura estando ahí en medio de tanta gente semidesnuda que la propia música. La verdad que eran muy top las vibras que se respiraban y la testosterona también. Nos fuimos a mear al lavabo. Mientras estaba esperando a Lea que saliera me viene un chico y me pregunta si he venido con alguien. Le digo que justo la estoy esperando que salga del baño. Me dice que él ha venido con su novia y que qué tal me sonaba un cuarteto. En ese momento me quedé un poco loco ya que me hablaba en alemán y no estaba muy seguro si lo había entendido bien. Me lo volvió a repetir en inglés y si sí, quería un cuarteto el vicioso. Le dije que bueno que eso no dependía sólo de mí. Justo en ese momento su novia salió y no veas el monumento. Se vio que a ella también le gustaba yo. Salió Lea del lavabo y nos fuimos a los sofás. Estuvimos charlando y a mí y a Lea no se nos veía muy convencido debido a que el chico era un poco raro a la par que no muy atractivo. A Lea no le gustaba y a mí tampoco. El chico insistía pero no había royo. Así que se fueron. El cuarteto no llegó a su etapa de materialización. Se quedó en una anécdota más.
Seguimos bailando y en esas íbamos conociendo gente maja y demás y de repente nos encontramos a las chicas que habíamos conocido en la entrada. Se alegraron un montón de verme dentro y me preguntaron cómo cojones había conseguido entrar. Les conté la historia. Se partieron de la risa. Yo llevaba un periódico en la mano no recuerdo muy bien por qué, seguramente para abanicarme, y les di un par de cachetazos en el trasero. Nos fuimos a bailar y a recorrer un poco el club explorando rincones. Eran las 7 y media de la mañana y se fueron para casa, muy majas las chicas, buena vibra. Me quedé con Lea. Nos quedamos una hora o así más y ya las piernas no respondían a los estímulos. Nos fuimos del club ya que yo tenía que pillar el bus de vuelta a Leipzig debido a que curraba por la noche y quería dormir un poquito. En el camino hacia el bus la pobre Lea me iba despertando en cada transbordo porque me sobaba de mala manera de lo cansado que estaba. No se donde hubiera acabado sin su ayuda.
Para concluir, decir que fue increíble la experiencia en el Kitkat, la verdad que hay imágenes que no me van a borrar de la retina que lógicamente no puedo describir en este Blog pero que os podéis imaginar perfectamente. Sin duda recomiendo vivirlo, es totalmente diferente a cualquier club que hayáis ido jamás. No os arrepentiréis. Es un club que fusiona los ritmos del techno con miradas viciosas que inundan el lugar bajo esa atmosfera de placer y libertad en un lugar que sin duda está libre de prejuicios. Puro hedonismo. Desde luego Eros dejó huella. Veremos si repito, lo dejo en el aire. Primero debería comprarme un tanga de cuero de mi talla y ponerme al menos un par de calzoncillos en la mochila.
Un saludo precios@s.

Comentaris
Publica un comentari a l'entrada