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Un discurso, una boda gitana, el conductor de Cabify y una tarjeta de embarque que nunca apareció

Me hace ilusión compartir, primeramente, las palabras que le dediqué a mi hermana el día de su boda.

"¡Ejem!, empiezo":


"Molt bona tarda a tothom. En primer lloc, em presento. Em dic Roger i prosseguiré aquest discurs que ha començat l’Oriol de forma magnífica en honor a aquest dia tan especial. Sóc un noi nascut aquí mateix, a Sant Joan Despí un 10 de Gener del 1996 del ventre d’aquella dona tan encantadora d’allà. Sorprenentment, però, quan em van dur a casa em vaig adonar que ja hi havia una altre persona vivint-hi, apart del meu estimat pare. Era una nena ben maca que hi era des de feia 6 anys. Es deia Àurea i resulta que em van informar que seria la meva germana gran.

Van passar els anys i els dos vam anar creixent sota el mateix sostre. Literalment. Perquè els dos dormíem també a la mateixa habitació, en una espècie de llitera en forma de L. Jo dormia a baix i ella a dalt.

Els dos anàvem a la mateixa escola. A l’Ateneu Instructiu. Degut a la diferencia d’edat rarament ens veiem, ni tan sols coincidíem pels passadissos. El que sí que recordo era veure-la des de la meva classe la qual donava al pati. I quan arribava a casa era lo primer que li deia. ‘’Saps que? Avui t’he vist al pati’’.

Un cop a casa, a la nostre habitació cadascú disposava del seu propi escriptori per fer els deures. La seva taula era ample i allargada. Jo en canvi tenia un pupitre de fusta del antics el qual doncs si us el imagineu la taula estava inclinada cap a baix, aleshores quan volia recolzar un llapis o algun element per escriure o pintar sem queia rodolant cap al terra. Tan mateix, penso que això estava tot pensat pels papes ja que d’aquesta manera no em desfeia del llapis tan fàcilment de la mà fins que no acabés tots els deures. Era un pèl cutre però feia la seva funció.

Els caps de setmana, eren els moments que teníem per jugar junts. I es que no jugàvem als típics jocs de nens petits. Recordo amb molta estima un d’ells. Era un tipus de gimcana per tota la casa que ens inventàvem amb tot de pistes on al final arribàvem a un objectiu final. Era molt xulo.

Entre setmana, en canvi, era complicat jugar. Ella no deixava mai d’estudiar, no hi havia manera que s’aixequés d’aquella cadira. Es passava hores i hores allà estudiant i fent els deures. Crec que per aquest motiu hi va haver un moment en que ens vam canviar els llits. Vaig acabar dormint jo a dalt i ella a baix, clar, per estar encara més a prop del seu estimat racó d’estudi. I no us penseu que jo no hi feia res al respecte. Intentava de totes les maneres convèncer-la de que se’n anés a jugar amb mi. Em feia pesat i tot. Ella m’ignorava. Entrava en un estat hipnòtic. Totalment en el seu món. Però es que ara ho penso i… Quina meravella. En el fons era tot un exemple a seguir per mi. Poques vegades recordo aixecar-me després que ella de l’escriptori. Per no dir cap. Sempre hi era.

I es que com a conseqüència d’aquesta constància i disciplina que vas adquirir ja de ben petita t’ha portat a poder aconseguir totes les coses que avui en dia tens a la teva vida. I això que encara no has fet ni la meitat del camí. Imaginat lo lluny que encara pots arribar, perquè si una cosa admiro de tu és aquesta ambició per perseguir sempre la excel·lència en tot moment i no parar de créixer. Aquest inconformisme i el ser millor que ahir però pitjor que demà és el que t’ha portat a aquest punt tan àlgid de la teva vida.

Per que com deia el filòsof Aristòtil l’excel·lència no és un acte, sinó un hàbit.

I mira’t aquí, vestida com una princesa al costat de l’home de la teva vida i el vostre tresor de dos anyets. I mira’m a mi i a l’Oriol, dedicant-vos unes paraules el dia que us caseu. I es que es lo mínim que podem fer per vosaltres per donar-vos les gràcies per tot el que ens heu ensenyat.

Per acabar, no m’agradaria concloure aquest discurs sense abans no dir el que tots pensem, però ja que estic fent-lo aprofitaré la ocasió i ho diré en nom de tots els presents en veu alta i mirant-vos als ulls: estem orgullosos de les persones en les que us heu convertit. Moltes gràcies, salut i visca l’amor." 


Para ser el primer discurso, no estuvo mal. Siempre hay una primera vez para todo. Para mi hermana, era también su primera boda. Así que me pareció justo dedicarle unas sinceras palabras.

Ella por su lado, tampoco lo hizo nada mal para ser su primera boda. Fue la ostia. Os hago un breve resumen:

Una boda gitana es aquella que, por definición, su duración alcanza los dos e incluso tres días de celebraciones.

Pues así fue. Una celebración que duró todo el fin de semana. El sábado con la familia entero. Fue hermoso de principio a fin. Destacar lo guapos que íbamos todos, también la comida y, por último, destacar que nunca había bailado salsa con mi madre. Me encantó.



El domingo tocaba la traca/resaca final. Fiesta con los amigos más íntimos de los novios. Fue aún más épico cuando, habiendo dormido 3 horas, junto con el hermano de mi cuñado, nos encargaron la tarea de hacer fotos. De camino con el coche estaba bastante falto de energía. Mi misión era sujetar el pastel de boda con las rodillas. Parece fácil. Pero cuando no puedes ni sostener tu cabeza recta, cuidado. Se complica el multitasking.


Llegamos al sitio con algo de retraso debido al tráfico que había en Barcelona. Queríamos llegar los primeros pero llegamos los últimos. El efecto fue incluso mejor. Los novios entraron primero y la gente los recibió con una calurosa bienvenida. Yo por mi lado os juro que conocía a cuatro personas de las sesenta que había ahí. Y dos eran los novios. Pero no me dejé intimidar por la situación. Al contrario. Dije. Pero si soy el hermano de la novia. Me voy a regalar.


Empecé a saludar a todo el mundo. Iba literalmente persona por persona a presentarme y charlar de lo que fuera. Me daba absolutamente igual. Era sólo cuestión de actitud. Al igual que con las fotos. No había cogido una cámara de fotos en mi vida. Pero con la tontería era una arma de doble filo. Pasé de no conocer a nadie a llevarme con todo el mundo. A tope. Recordar que venía con la energía al 20%. Pero supongo que fue la emoción del momento que me la puso al 200%. Sin duda alguna aproveché e exprimí cada instante. Cada conversación que tenía me daba la sensación de que sólo existía yo y la/s persona/s con la/s que hablaba. Lo mejor fue que las horas parecían segundos. Perdí totalmente la noción del tiempo. Como si estuviera en un festival en el que no me acuerdo de mirar la hora hasta que se termina todo. Pues pasaron 8 horas de tiempo real. Y en mi cabeza una.


Después, un conductor de Cabify nos trajo de vuelta a casa. Era un tipo muy amable y simpático. Aproveché la ocasión y le dije al llegar que me llevara de vuelta a Barcelona para ir a un sitio. Quería hacerle una grata sorpresa a alguien especial que cumplía años. De camino, el conductor me iba contando su historia y cómo se había buscado la vida aquí en España con su familia. Me dejó, pero no sin antes pedirle su número de teléfono para luego avisarle y me llevara hasta el aeropuerto.

Una vez terminé, le avisé y ahí apareció. Eran las 3 am. Nos fuimos los dos juntos al aeropuerto. De camino, sin embargo, se paró en una gasolinera y no a poner gasolina precisamente. Me preguntó si tenía hambre. Me compró una bolsa de patatas grande. Las compartimos entre risas. Al llegar al aeropuerto nos dimos un abrazo y nos despedimos. Le deseé lo mejor. Era una muy buena persona.Yo por mi lado, al entrar al aeropuerto y drogado de emociones de todo el fin de semana, caí en cuenta de que aún tenía que realizar el check-in. Lo intenté por el móvil como siempre hago, pero no estaba disponible. Me asusté. Fui a un mostrador con la mala suerte que estaba cerrado al ser tan pronto. Un señor me dijo que lo podía hacer en unas máquinas donde se leía "Self-Check in". Hice todo el proceso y me salía que sólo quedaba un asiento disponible en todo el avión. Además, tenía que pagar 7€ adicionales. Evidentemente los pagué. La máquina, entonces, me imprimió la tarjeta de embarque en papel. Respiré hondo. Pasé el control de seguridad. Al quedar aun casi 4 horas para el vuelo me dirigí a un Burguer King a comer algo. Terminé. Anduve medio zombie hacia el primer banco que vi. Me puse una alarma y me quedé sentado durmiendo como un tronco. Cuando me desperté fui a la puerta para embarcar. Hasta aquí todo bien, o no. Por sorpresa mía, me puse a buscar el papel de la tarjeta de embarque, pero no estaba por ningún lado. Bolsillos, sudadera, mochila. No estaba por ningún lado. La había perdido sin saber cómo. Literalmente la busqué por todos los rincones de mi cuerpo pero nada. Entonces recordé que quizás la había tirado junto con el envoltorio de la hamburguesa del Burger King. Y ahora, ¿Cómo entro yo al avión? Pensé en hablar con las del mostrador, pero no estaba seguro si sólo con mi DNI funcionaria. Pero por suerte entré en la página de la compañía y buscando un buen rato averigüé la forma descargar la tarjeta de embarque online la cual estaba ahí grabada. Volví a respirar hondo. Me senté en el avión y le dije adiós al mundo. Hasta pronto Barcelona. Volveré a casa por Navidad.  

¿Sabéis qué? Lo adoré. Adoré todo lo que había vivido durante el fin de semana. Fue como si el tiempo se hubiera escondido. Como si se hubiera perdido. Como si hubiera pasado más de un mes entero. Como si de magia se hubiera tratado.

Como la tarjeta de embarque. Que sólo Dios sabe dónde se escondió.

En definitiva, decirles a los vuestros que los queréis, vivir el presente y sobre todo aprovechar cada instante como si fuera el último. Porque...

"Ninguna pérdida debe sernos más sensible que la del tiempo, puesto que es irreparable"

Gracias por leerme hasta aquí.


Te quiero mucho.

Roy.


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